[pullquote]¡Mi mente explotó con su realidad! Y dentro de aquel rayo de comprensión todas mis motivaciones básicas y todo lo que pensaba que era importante fue escrito de nuevo. Ah, pero incluso más allá de eso, mi sensibilidad fue escrita de nuevo también.[/pullquote]
En su Epístola a los Romanos Pablo nos recuerda “revestíos del Señor Jesucristo” (Romanos 13:14). La palabra griega que usa Pablo aquí es enduo, que significa “ponerse una ropa”, o como un actor se vestiría de su personaje. Pocas personas han tenido la oportunidad de hacer esto tan literalmente como Bruce Marchiano, que interpretó el personaje central en la dramatización del Evangelio de Mateo.
Odisea Cristiana: Interpretar el papel de Jesús en Mateo tuvo un gran impacto en ti. ¿Por qué?
Bruce Marchiano: ¡Oh! Escribí un libro entero para contestar a esta pregunta. Creo que todo se reduce a esta escritura: “Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón” (Jeremías 29:13). Eso es lo que fue para mí esa experiencia como actor. Me puso en una situación en la que tuve que buscarle con todo mi corazón. ¡Mi mente explotó con su realidad! Y dentro de aquel rayo de comprensión todas mis motivaciones básicas, y todo lo que pensaba que era importante, fue escrito de nuevo. Ah, pero incluso más allá de eso, mi sensibilidad fue escrita de nuevo también.
Lo que un actor hace es tratar de entrar en el corazón de otra persona. Captar una billonésima parte de una billonésima parte de una mirada del corazón de Jesús fue volver a escribir mi propio corazón, si puedo decirlo así. La profundidad de su compasión, la profundidad de su dolor por el sufrimiento humano, por el extravío de las personas, por su desconocimiento de su plan y propósito para sus vidas.
Hay veces, hasta ahora, cuando sentado al volante en un semáforo rompo a llorar, observando a las personas andando por las aceras, mientras pienso en su pobreza, después de haber captado una mirada de la reacción de Jesús ante esas cosas que llamamos vida normal. Tener esas pequeñas semillas sembradas en mi propia vida fue como volver a escribirla en su totalidad.
OC: ¿Eras cristiano antes de hacer esta película?
BM: Puedo decir que crecí siendo “religioso”. Fui a escuelas católicas hasta que me gradué de enseñanza secundaria. Tenía una profunda comprensión en términos de ser consciente de que hay un Dios, pero no comprendía ni tenía una relación personal con él.
Algunas personas a mi alrededor “nacían de nuevo” y empezaban a compartir a Jesús conmigo. Pensaba que no estaban en sus cabales. Toda mi vida giraba alrededor de mi carrera como actor. Luego, en pocas palabras, la alfombra bajo mis pies se esfumó. Y descubrí que todo aquello sobre lo que había construido mi vida era “arena frágil y movediza”. Todo lo que puedo decir es que solo volví a Jesús. Supongo que todas esas semillas, que habían sembrado las personas al compartir a Jesús conmigo a lo largo de los años, habían echado raíz dentro de mí, porque en aquel momento supe que necesitaba a Jesús. Recuerdo que caí sobre mis rodillas y mirando hacía arriba dije: “Jesús, tienes que salvarme. Tienes que salvarme”. Y él empezó a mostrarse a sí mismo en mi vida, y no miré atrás.
OC: ¿Cómo llegaste a interpretar el papel de Jesús en Mateo?
BM: Me enteré de la oportunidad a través del líder de un equipo misionero. Había ido en un viaje misionero. En realidad no quería, pero sentí que el Señor quería que fuese. Así que fui, pero de alguna forma sin querer. Yo no sabía que eso cambiaría el resto de mi vida.
La persona que dirigía aquel equipo misionero me habló de la oportunidad y yo entré en contacto con el director. Es un hombre que busca realmente a Dios, y sintió que el Señor quería que fuese un cristiano nacido de nuevo el que interpretara el papel de Jesús. También quería a alguien que no fuese la figura icónica tradicional, alta, anglosajona, sino alguien más auténtico.
Me envió el texto de una prueba de la escena donde Jesús habla muy duramente a los fariseos. Mientras me preparaba para la prueba pensé: “No era que a él no le gustaba esa gente. Los amaba. No estaba siendo tan duro con ellos como estaba desesperada y apasionadamente tratando de llegar a ellos.
Le expliqué esto al director, sabiendo muy bien que estaba corriendo un gran riesgo porque yo nunca había visto eso hecho así antes. Yo no sabía que seis meses antes, cuando el director empezó a trabajar en el guión, sintió exactamente lo mismo: que esa escena necesitaba hacerse en amor.
OC: Es bastante obvio en Mateo que tú interpretas a Jesús como el Señor del amor y la alegría; de una forma muy diferente a como es interpretado normalmente.
BM: Bueno, el gozo fue una sorpresa para mí. En mi cultura eclesial inicial el gozo no era parte del programa. Podía usar la palabra en un cántico, pero era mejor que en realidad no lo mostraras. El director me mencionó Hebreos1:9 donde se dice de Jesús: “…por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con aceite de alegría, exaltándote por encima de tus compañeros”.
Fui a una librería Cristiana local para tratar de encontrar libros sobre la persona de Jesús. No pude encontrar ninguno, no sobre Jesús, el hombre. Para no cansarte mucho, al final encontré una pequeña librería cristiana, y allí, sentado en la sección de comentarios, había un pequeño libro titulado Jesus, Man of Joy – Jesús, Hombre de Alegría. Estaba mal colocado y supe que Dios estaba tratando de decirme algo. Es de ahí de donde procede lo que aprendí sobre el gozo de Jesús, y el concepto no dejó de crecer. Empieza con alegría. Alegría y gozo es lo que el reino de Dios es. ¡Es alegría!
Al final del día todo lo que hice realmente fue lo que Jesús dijo. “Os he amado con amor eterno”. Así que hice eso como actor. Jesús no hablaba sobre amar a las personas, él lo hacía en realidad. Derramó lágrimas por sus dolores. En lugar de solo hablar de compasión, la mostraba realmente. No hay ningún momento en el que Jesús no te ame. Así que todo lo que hice, incluso la reprimenda más dura, tenía que estar basada en amor, en la misma forma en la que le dirías a tu hijo que no toque el horno. Se lo dirías con firmeza pero fundado en el amor que le tienes. Si no amaras a tu niño, no te preocupa- rías de que tocara el horno. Y eso fue todo lo que yo traté de hacer. Ayudarles a que no tocaran el horno.
Eso se convirtió en un desafío. Incluso en el momento de “vosotros hipócritas”, o en “hombres de poca fe” la audiencia tenía que ver ese amor. Se convirtió en un factor muy transformador para mí. Me alejaba de esas escenas y me percataba de ¡oh cuánto me ama!
[pullquote]Es de ahí de donde procede lo que aprendí sobre el gozo de Jesús, y el concepto no dejó de crecer. Empieza con alegría. Alegría y gozo es lo que el reino de Dios es. ¡Es alegría![/pullquote]
Recuerdo que hicimos una escena en la que Jesús enseña con la parábola de los corderos y los cabritos. En la primera toma hablé sobre como diría él a los cabritos: “Apartaos de mí, nunca os conocí”. Espontáneamente empecé a sollozar, sollozar y sollozar. Desafortunadamente ese no es el plano que aparece al final en la película. Lo creas o no, en medio del rodaje apareció en la escena un aeroplano sobre nuestras cabezas y arruinó la toma.
Pero el fruto de aquella toma es el pasaje en que se ve a “Jesús” llorando en la sentencia en la que está hablando
de personas que van a ser condenadas. Eso es una revelación.
Cuando acabamos aquella toma había trescientas personas de pie alrededor en absoluto silencio. Ninguno la imaginó jamás así. Fue solo un momento de revelación. Tienes que comprender que lo que estábamos haciendo era la Palabra de Dios, y es viviente y activa y más afilada que una espada de dos filos.
Vez tras vez dejaba el rodaje habiendo aprendido algo sobre el corazón de Jesús. Cada día era como reflexionar en una vida llena de admiración y aventuras. No hubo ni un momento en el que fuera solo un trabajo o un duro esfuerzo.
OC: Parece que haber rodado Mateo ha cambiado la dirección de tu vida.
BM: Sí, toda la experiencia escribió de nuevo mis prioridades, lo que pensaba que era importante en la vida y también mi dirección profesional. Ha sido duro abandonar sueños que había acariciado durante muchos años, pero al final del día me daba cuenta que en verdad no me podían satisfacer.
Solo empecé a orar: “¿De qué trata mi vida?”. “¿Cuál es el propósito por el que nací?”. Estaba pensando vocacionalmente. Pensaba que Dios me iba a decir: “Eres un actor”, y eso significaba que no escribiría libros o hablaría más”. O, “Eres un orador”. Pero eso no fue lo que me dijo el Señor. La forma en la que trató conmigo fue como si me dijera: “Naciste con el propósito de dar a conocer a mi Hijo a mi pueblo. Así que quiero que aproveches cada oportunidad, ya sea por medio de un libro, de una entrevista como esta, hablando a una multitud, sin importar en que medio te ponga, da a conocer a mi Hijo, da a conocer a mi Hijo”. De repente vi claro en mi vida. Y creo que el Señor nos diría a cada uno de nosotros que afirmamos ser un Hijo de Dios: “Has nacido con el propósito de dar a conocer a mi Hijo a mi pueblo».
OC: ¿Tienes alguna exhortación o palabra de ánimo sobre cómo compartir esto con otros?
BM: Si tengo que señalar cinco cosas destacadas en mi vida ministerial, una de ellas es mi relación con la Comunión de Gracia Internacional. Recuerdo hace más de quince años, durante los cambios doctrinales, vi a creyentes dispuestos a amar a Jesús por encina de todo, y a derribar las murallas con la insondable frescura de la gracia. Nunca olvidaré que pensé: “¡Oh, todo lo que estos cristianos conocen es la gracia y el amor de Jesús”. En un sentido, eso es todo lo que hay que conocer. Y la celebración de la libertad, porque de eso trata él, de liberar a las personas del pecado, del engaño y de la confianza propia.
Era excitante. Me he dicho a mí mismo muchas veces que la transformación de vuestra comunión podría ser la obra más grande del Espíritu Santo en los últimos treinta y cinco años. No moveros de ahí. No os convirtáis nunca en una denominación sofisticada llena de religión. Sean solo un puñado de niños enamorados de Jesús. Quedaros ahí. Es ahí a donde debemos ir el resto de nosotros.