En un momento Dios está llamando a Israel «mi pueblo» (Éxodo 3:10). Al momento siguiente, cuando rechazan su amor, dice en exasperación a Moisés que Israel es «tu pueblo» (Éxodo 32:7) ¿No es así la frustración que experimentamos en nuestras relaciones con los seres queridos cercanos? ¡El Señor la está sintiendo! Como Robert Capon escribe en Entre el mediodía y las tres, «No es la bondad lo que hace girar al mundo, es el amor – y si piensas que son lo mismo, nunca has estado enamorado, porque si lo has estado, sabes que el cielo de la aceptación de la amada viene envuelto inseparablemente con el infierno de su posible rechazo a tu amor.» (pág. 266)
Pero lo realmente sorprendente es que después de que Moisés se enfrenta a Dios, en amor, para pedirle que calme su enojo y se acuerde de sus promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob, de serle eternamente fiel a Israel, la Escritura dice: «Así que el Señorcambió de opinión acerca del daño que dijo que haría a su pueblo.»
¡Esto nos anima a hablar con este Señor amoroso! El Señor no es una deidad sin rostro eternamente listo para asar su creación porque no confiesan su nombre. ¡No! El único y verdadero Señor escucha la súplica de un hombre pecador como Moisés y cambia de opinión (¡Se arrepiente!) sobre el daño que había dicho que haría a su pueblo. Como acotación al margen, ¡no hay necesidad de temer que este Señor deje de ser amoroso! Moisés apela a él sobre la base de su carácter fiel y amoroso con todos. (Génesis 12:3)
Timothy J. Brassell