Por Paul Kroll
Era el 22 de octubre de 1844. En éste día, tantos como 100,000 cristianos se juntaron en las colinas, en los lugares de reunión y en los prados. Estaban esperando gozosamente y sin aliento el regreso de su Señor y Salvador, Jesucristo. Las multitudes se habían congregado debido a las aseveraciones proféticas de un granjero y laico bautista de Nueva York llamado William Miller (1782-1849). Él estaba seguro, por sus estudios de la Biblia, que Jesucristo iba a regresar en ese día.
La profetizada fecha del retorno había llegado. Las multitudes que lo esperaban buscaban con la mirada expectante hacia arriba mientras pasaban las horas desde la luz del día hasta el anochecer. El 22 de octubre estaba llegando a su fin. La ansiedad crecía mientras descendía la oscuridad de la noche. Entonces llegó la hora de la media noche y Cristo todavía no había regresado. La gente se tornó aun más desesperada. A través de las pocas horas de la oscuridad las multitudes desanimadas y perplejas, reunidas en varios lugares principalmente a lo largo del noreste de los Estados Unidos, empezaron a dispersarse. Cuando la luz del día del 23 de octubre llegó, era claro que Cristo no iba a regresar según se había esperado.
Profecía fallida y sus repercusiones
Esta esperanza frustrada vino a ser conocida como “el gran chasco”. En su libro Cuando el tiempo ya no será más, el historiador Paul Boyer ofrece un ejemplo de la profunda desilusión sufrida por los mileritas. En las palabras de un trágicamente desilusionado creyente: “Nuestras esperanzas y expectativas más queridas fueron aplastadas, y un espíritu de llanto cayó sobre nosotros como nunca antes lo había experimentado… lloramos, y lloramos, hasta que amaneció” (pág. 81).
Cuando Jesús no llegó como se esperaba, muchos que habían esperado el regreso de su Salvador abandonaron su fe completamente. Algunos se rehusaron a abandonar su esperanza y finalmente reemplazaron una desilusión con otra. Reclamarían que Cristo debió haber venido invisiblemente en 1844, adentrándose al lugar santísimo en el cielo para empezar su “juicio investigador” de las vidas cristianas.
Muchos simplemente regresaron a las iglesias de donde antes habían salido, sin duda confundidos, trastornados y avergonzados por haber aceptado algo que se reveló como una fantasía vacía. Miller, habiendo renunciado a sus estudios proféticos después del Gran Chasco, murió el 20 de diciembre de 1849. Los seguidores que le quedaban se dividieron por causa de diferencias de creencia y doctrina. Finalmente, una variedad de grupos surgieron del campo milerita, incluyendo a los Testigos de Jehová y los Adventistas del Séptimo Día.
La debacle de Octubre de 1844 fue, de hecho, el segundo gran chasco para los seguidores de la cronología y el esquema profético de Miller. Él previamente había anunciado que el retorno de Jesucristo ocurriría en el año 1843. El año llegó y pasó sin el retorno de Cristo. El reclamo profético de Miller había fallado y desilusionado a mucha gente.
Entonces, alguien señaló que él había no había tomado en consideración la transición de A. C. a D. C., por lo que sus cálculos se quedaban cortos por un año. Miller entonces movió el esperado regreso de Jesús un año hacia delante, en ésta ocasión a específicamente el 22 de octubre de 1844. Pero el gran chasco ocurrió otra vez para los miles de seguidores que habían regalado sus pertenencias y esperaban con credulidad expectante—para nada.
William Miller, como todos los cristianos, anhelaba la venida del reino de Dios. Sin embargo, éste anhelo fue traducido por él en una creencia mal guiada de que el regreso de Cristo ocurriría durante su tiempo en una fecha específica. Miller pensó que había descubierto en la Biblia ciertas profecías, que si eran estudiadas racionalmente, podían proveerle una fecha segura para el regreso de Jesús. Su estudio y cálculos de varias profecías, tal como la profecía de las 70 semanas de Daniel 9 y los 2300 días del capítulo 8, lo llevaron, creyó él, al 22 de octubre como la fecha del regreso de Cristo.
La vena profética
Parece que la creencia profética, como la de Miller, está fuertemente atrincherada entre algunos cristianos en la religión norteamericana popular. El movimiento milerita de los 1830’s y 1840’s no fue un evento aislado. Cuando Miller y otros líderes de su movimiento cruzaron hacia los estados del norte, encontraron un auditorio de personas preparado que sostenía varias ideas proféticas sobre cómo y cuándo regresaría Jesús.
El fenómeno milerita no es un evento aislado, sino que creció en una cultura premilenialista, que es popular entre muchos cristianos. Muchas decenas de miles de cristianos que vivían en ese entonces—personas promedio— estaban deseosas de seguir la creencia de Miller o algún otro esquema profético. Según observa Boyer, citando a David Rowe, un comentarista de la experiencia milerita, dice: “los mileritas no son fascinantes debido a que eran tan diferentes a todos los demás, sino porque eran muy semejantes a sus vecinos” (Cuando el tiempo ya no será más, pág. 82).
La emoción sobre la profecía especulativa que caracterizaba a los mileritas ha continuado a través de los siglos 19 y 20, y hasta nuestro tiempo, especialmente bajo un diferente modo de profecía interpretativa, identificada como Dispensacionalismo. Esta es el producto del pensamiento de John Nelson Darby (1800-1882).
Aunque la mayoría de los aficionados de la persuasión dispensacionalista ha evitado poner fechas exactas para el regreso de Jesús, ellos, sin embargo, continúan usando la profecía bíblica como un esquema para sus puntos de vista del tiempo del fin. Generalmente, ellos mantienen que Su venida es inminente—en nuestra generación. Ellos reclaman que la siguiente dispensación del trato de Dios con la humanidad empezará con el rapto—cuando los santos cristianos supuestamente son llevados al cielo mientras el resto de la humanidad es dejada atrás.
‘retorno inminente’: la frase a la cual poner atención
Para los dispensacionalistas las señales de los tiempos siempre están con nosotros. Mientras se evita poner fechas a la Miller, se dice a los cristianos que deben estar listos porque el rapto podría ocurrir en cualquier momento. El tiempo del fin siempre es ahora mismo, aunque nosotros podríamos no saber la fecha exacta. Muchos fundamentalistas, evangélicos—y otros cristianos— todavía creen que la profecía bíblica debe ser interpretada de tal manera apocalíptica y especulativa. Si se interpreta correctamente, creen ellos, la profecía bíblica puede decirnos lo que ocurrirá en el futuro cercano—en el tiempo de nuestra propia vida.
Pero como en los cálculos fallidos de William Miller, toda ésta especulación acerca del fin del mundo es pura fantasía, es la invención de mentes admisiblemente brillantes, pero confundidas. Los cristianos harán bien en recordar el Gran Chasco del 22 de octubre de 1844. El esquema profético de Miller parecía haber sido lógico y parecía ser una creación basada bíblicamente, pero probó ser nada más que un espejismo de la mente humana.
Foto por kool_skatkat
Foto por Tony Fischer Photography