Para el alcohólico, el Día del Señor es el día en que pierde a su familia y su trabajo debido a la bebida. Es un día de tribulación y angustia (Sofonías 1:15). Para el consumidor empedernido, el Día del Señor es el día que todas sus cosas se las lleva el hombre del embargo. Su riqueza es saqueada, arrasada su casa (1:13). Para aquellos que se han enriquecido explotando a los pobres,el Día del Señor es el día en que sus mansiones son asaltadas por manifestantes con tridentes. Es el día de la ruina y la devastación (1:15). Para la nación que ha oprimido a otras naciones con violencia militar y económica, el día del Señor es cuando escuchan el grito de guerra contra sus ciudades y murallas altas. Su sangre es derramada como polvo, su carne como estiércol (1:16-17).
Las acciones tienen consecuencias. Así es como nuestro Padre construyó el mundo. Así es como aprendemos. A veces, es la forma en que morimos. He tratado de encontrar la diferencia entre las acciones de Dios frente a las consecuencias naturales, pero me pregunto si estoy buscando una distinción que no existe. Debido a quién es Dios, el universo funciona con el flujo de amor trinitario, «el fuego de su pasión» (1:18) corre a la velocidad de la luz. Moverse a través de o en contra de ese flujo resulta en fuego, «destrucción repentina» (1 Tesalonicenses 5:3), y «el lloro y el crujir de dientes» (Mateo 25:30).
El Día del Señor viene con la intención de curar, pero no es un día agradable.
John Stonecypher