Mirando libros encontré un título que me llamó la atención: El Arte de Amargarse la Vida. Inmediatamente lo tomé y comencé a ojearlo. Me gustó. Habla sobre las cosas absurdas que hacemos a veces inadvertidamente para amargarnos la vida y amargársela a los demás.
Tal vez nunca antes habíamos tenido al alcance tantos libros sobre superación personal y cómo lograr el éxito y paradójicamente nunca antes habíamos sufrido de tanto estrés, sentido de frustración y despropósito en la vida. Muchos adultos consumen tranquilizantes, antidepresivos y pastas para el dolor. Algunos que pueden pagarlo van al psicólogo o al psiquiatra. La amargura en las personas se ve en todo lugar. Hay una actitud extendida en la sociedad de tratar a los demás especialmente en instituciones de servicios públicos, como enemigos.
Pero un poco en serio un poco en broma les voy a dar algunas maneras adicionales para amargarse la vida:
1. Recurra a su pasado, allí hay muchas fuentes de amargura. Échele la culpa a sus padres por todos los males que ahora vive. Saque todos esos recuerdos que le darán la explicación de porqué los males de su vida. Logrará amargarse bastante. Cuando se mire al espejo y no le guste su nariz échele la culpa a sus padres. Sus hermanos también son culpables en alguna manera, échele la culpa a ellos también. Culpe al medio en que creció, los amigos que tuvo, profesores y vecinos. El pasado es una rica fuente de amargura.
2. Si es casado o casada échele la culpa a su esposa o esposo de su infelicidad. En el matrimonio hay muchos pasajes de la vida que no deberá olvidar, ni perdonar, si quiere asegurarse de sazonar un poco más su vida con amargura.
Piense en lo bueno que hubiera sido casarse con otra persona.
3. Considérese una victima. Crea que los demás siempre abusan de su confianza, de su amistad, de su deseo de servir, de su honradez, de su sencillez.
4. Haga una lista de todas las cosas que le hacen falta. Eso le creará suficiente angustia como para amargarse un buen rato. Se dará cuenta que lo que tiene no sirve para nada.
Si esos sencillos puntos no son suficientes siempre se pueden encontrar motivos de amargura en la condición del país, en las noticias, en la violencia, en el sistema, en la temperatura, en la lluvia y en multitud de otras cosas. Dios también es culpable por no librarle de tantas cosas.
Naturalmente, esto es una locura. Sin embargo, la sociedad está llena de esta locura y nosotros nos podemos contagiar. Las Sagradas Escrituras por otra parte nos muestran que el cristiano “está siempre gozoso” (1 Tesalonicenses 5:16) porque sabe que a los que aman a Dios todo es para bien. (Romanos 8:28)
Héctor Barrero