¿Cuántas veces has oído a alguien en la iglesia decir: «Quiero irme a otra iglesia donde me sienta cómodo»? ¿cuál es la mejor manera de manejar estos sentimientos? Estas situaciones no son únicas de la Iglesia hoy. Pablo enfrentó situaciones similares en la iglesia de Roma.
Cuando Pablo escribió el libro de Romanos, vivían unos cincuenta mil judíos en Roma, una ciudad con cerca de un millón de habitantes. Habían sido llevados a Roma como esclavos, y habían logrado el derecho de reunirse en sinagogas los sábados para adorar a su Dios, en contraste con los romanos religiosos que adoraban sus dioses todos los días en sus casas. Había ídolos en toda la ciudad para que los viajeros pudieran adorar. Los romanos trabajaban siete días y usaban el octavo y en ocasiones el noveno día para el mercado y festividades. Así que había conflicto entre la cultura romana y las creencias judías.
Aparecen los cristianos
Los cristianos en un comienzo se reunían con los judíos en las sinagogas, pero la creciente animosidad de los judíos llevó a los cristianos a querer adorar separadamente en sus casas. Después de todo, el Sanedrín, cuerpo gobernante de los judíos, había respaldado la crucifixión de Jesús, el encarcelamiento de Pedro y Juan, el martirio de Esteban y Santiago, la persecución a los judíos en Palestina y los ataques a Pablo.
Pablo le escribe a la iglesia en Roma, que se reunía en casas (16:5), sobre un nuevo conflicto entre judíos y cristianos.
Cerca del año 49 d.C. se había originado un enfrentamiento entre judíos y cristianos sobre «Chrestus», que seguramente se refería a Cristo, a quien los cristianos aceptaban como Salvador. Por temor a que los judíos se rebelaran, el Emperador Claudio los expulsó de Roma, incluyendo los judíos cristianos. A los cristianos gentiles se les permitió quedarse.
La muerte de Claudio en el año 54 d.C. terminó la prohibición. Parece que los amigos de Pablo, Aquila y Priscila, volvieron entonces a Roma, como también lo hicieron otros cristianos judíos (16:3).
No todos los cristianos gentiles recibieron bien a los cristianos judíos, por lo que Pablo les escribió para que los aceptaran y entendieran que Dios todavía traería muchos israelitas al cuerpo de Cristo (9:11-24).
En el año 57 d.C. muchos miembros de la iglesia en Roma eran gentiles procedentes del paganismo politeísta y no tenían un día específico de adoración.
Probablemente algunos gentiles prosélitos de los judíos se habían convertido al cristianismo y habrían estado observando algunos, no todos, los requisitos judíos.
Los judíos cristianos que guardaban las tradiciones del Antiguo Testamento formaban un tercer grupo. Un cuarto grupo, probablemente el más pequeño, eran judíos cristianos que habían abandonado sus tradiciones por verlas como innecesarias.
El mensaje que Dios envió entonces tiene un paralelo con la obra del Espíritu en la iglesia hoy.
Amenazaba con surgir un conflicto doloroso en la obra de Dios (14:20). Había opiniones diferentes en cuanto a qué determinaba la santidad en el llamamiento cristiano. ¿Contaminaba a la persona comer ciertas carnes? ¿Se debía guardar un día como santo?
Aunque Pablo no da detalles, establece cuatro principios para confrontar los problemas y guiarnos a un mejor entendimiento de las dificultades que afrontaba cada grupo. Pablo desarrolla el tema en Romanos a partir de una declaración divina en Habacuc: «el justo vivirá por fe». Su solución al desacuerdo en la iglesia nos muestra cómo vivir en fe (13:8 al 15:13).
Consideremos estos principios:
Amar al prójimo como a sí mismo (13:8-10). El amor cumple el propósito de la ley y resume la intención de los mandamientos. El cristiano se debe comprometer a no causarle daño a su prójimo, y aún más difícil, amar a otros independientemente de las circunstancias.
Vivir diariamente a la luz de Cristo (13:11-14). Despertar del letargo y vivir a la luz de nuestro Señor Jesucristo, no en las tinieblas: borracheras, inmoralidad sexual, disensión. De esta manera, Pablo se refiere a tres enemigos del amor: la apatía, la lujuria y el odio. Los cristianos debían revestirse de Cristo, no de carnalidad.
Aceptar las diferencias en la comida (14:1-4). Algunos se sentían en libertad de comer de todo lo que les sirvieran. Otros creían que Dios no aceptaba a aquellos que no se sometían a las restricciones en los alimentos según el Antiguo Testamento.
Las preocupaciones sobre la comida probablemente cubrían una amplia gama, desde las carnes impuras de Levítico 11, pasando por las ofrecidas a los ídolos, las que habían sido desangradas de manera inapropiada, hasta los sacrificios impuros. Los romanos no tenían problemas con comer diversidad de carnes. Después de todo sacrificaban cerdos, cabritos y perros a sus dioses en los templos. Algunos miembros «conservadores» rehusaban comer con miembros «liberales».
Surgieron dos problemas: los que comían de todo ridiculizaban a los que se abstenían de algunas comidas. Y los que seguían normas de comidas juzgaban la libertad de otros.
Pablo les advierte no ser contenciosos ni juzgarse (14:3, 10). ¿Por qué? Tanto los unos como los otros servían a Dios, aunque se sintieran incómodos con las prácticas contrarias.
Aceptar las diferencias en la adoración (14:5-8). Algunos pensaban que un día era santo, otros consideraban todos los días iguales y que ninguno era santo en sí mismo.
Pablo vuelve a su preocupación con respecto a las comidas. Los que comían lo hacían para Dios, y aquellos que se imponían restricciones lo hacían para Dios, agradecidos con lo que tenían para comer.
¿El punto? La santidad en Dios descansaba en la comunidad de la adoración y la oración, no en las tradiciones. Pablo probablemente vuelve a tratar el tema de los alimentos porque los cristianos compartían varias comidas los días de adoración y los conflictos podrían destruir la obra que Dios estaba haciendo en ellos.
Aunque Pablo apoyaba la idea de que ningún día era ya sagrado en sí mismo, no demandó de nadie que actuara contrario a su conciencia cristiana.
Vivir y morir en Jesús (14:9-13). Jesús está vivo. Ya que él es el juez, y acepta a aquellos que viven y mueren en él, no debemos juzgar a otros en sus tradiciones religiosas. Los días y las comidas no son importantes, pero Jesucristo lo es.
No limitar a Jesucristo (14:13-18). Las personas con un mayor sentido de libertad no deben ser piedras de tropiezo en el camino de aquellos que siguen más restricciones.
Pablo apoyó esta idea al escribir que «nada es impuro (koinos) en sí mismo» (vers. 14), porque la nueva ley en Cristo cambió lo que es santo.
De hecho, «el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo» (vers. 17), porque todos los que sirven a Cristo son aceptados por Dios (vers. 18). Los cristianos fuertes deben ser pacificadores.
Pablo enseñó que aunque no se requería ya de los cristianos guardar regulaciones del Antiguo Testamento, los miembros podían escoger mantener esas tradiciones.
No obstante, solo por el hecho de que este asunto quedara claro doctrinalmente, no quería decir que todos estuvieran de acuerdo al mismo tiempo, especialmente aquellos que habían vivido toda su vida dentro del judaísmo. Por eso Pablo exhorta a todos a ser tolerantes y vivir por la conciencia personal en su caminar con Jesús.
Vivir en el reino en fe (vers. 20). Los cristianos como cuerpo de Cristo, deben edificar, no destruir. Deben mantener un fuerte compromiso con Jesús y su obra del reino ahora.
Nuevamente Pablo establece el principio del nuevo pacto: «Todas las cosas son limpias» (katharizo) (vers. 20). Sin embargo, el fuerte no debe a propósito comer o beber nada que sea ofensivo para otros a su alrededor. Ni los que siguen restricciones deben juzgar a otros si los encuentran comiendo algo libremente. Cada uno viva en la fe que tiene para con Dios.
Imitar el sacrificio de Jesucristo (15:1-6). Jesucristo no llegó a ser un sacrificio por nosotros porque era lo más cómodo de hacer. El vino a servir, a salvar y a ser sacrificado.
Los cristianos aceptan una vida de servicio y sacrificio, aun cuando no es lo más cómodo de hacer.
La libertad en Jesús significa abandonar nuestras zonas de comodidad y tolerar a otros que no tienen el mismo concepto de libertad.
Para salvar las barreras de adoración, Pablo hizo hincapié en construir la unidad siguiendo a Jesucristo (vers. 5). En la unidad los cristianos glorifican a Dios y a Jesús (vers. 6).
Aceptar a otros como Cristo nos acepta a nosotros (15:7-13). Se alaba a Dios cuando su pueblo se responsabiliza en amar a otros por encima de su derechos de libertad personal. Cristo es el Señor y Siervo tanto de judíos como de gentiles. Cada uno debe considerar la cultura del otro.
¿Cuán cómodos nos sentimos con las libertades que tenemos en la Comunión Internacional de la Gracia?
Hay variedad en los cantos, en la expresión personal, en la adoración los sábados o los domingos, libertad en la comida. Debemos agradecer esta amplitud para adorar a Dios a medida que vivimos en su amor.
Las diferencias en estos aspectos no deben nublar nuestro enfoque en Jesús y su reino. La verdadera comodidad está en una relación cercana con Cristo y en la tolerancia entre todos. «El justo vivirá por fe».
Russell Duke