Madrid, 20 de junio de 2014
Estimados amigos, hermanos en Cristo, fieles colaboradores y lectores de Verdad y Vida:
¿Cómo describirías a una persona con éxito? Muchas personas en este mundo dirían probablemente que una persona con éxito es alguien que vive en una gran casa, tiene un buen trabajo que le permite gozar de una abultada cuenta corriente, es el orgulloso propietario de una exclusiva colección de coches y se puede permitir vestir la ropa de moda de los mejores modistos. Y, sin duda, tal persona sería probablemente reconocida, admirada y envidiada por los demás.
En nuestra cultura el éxito está definido a menudo por las posesiones materiales que se tienen. Sin embargo, ¿qué dicen esas cosas sobre nosotros? Alguien dijo una vez que “el dinero habla”. Una de las cosas más importantes que el dinero dice de nosotros tiene que ver con donde tenemos el corazón. Cuando “el dinero habla” dice donde está nuestro corazón. El verdadero éxito a los ojos de Dios no tiene nada que ver con la cantidad de cifras que tiene nuestra cuenta bancaria pero tiene todo que ver con la condición de nuestro corazón.
Jesús, que conoce el corazón humano y donde lo ponemos, afirmó: “No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:19-21). Lo que nuestro Salvador y proveedor nos dice es que a menudo dedicamos nuestro tiempo y energías al propósito de amasar cosas materiales. Y la razón por la que gastamos nuestras vidas en ese cometido es porque nuestro deseo está en ellas. De alguna forma tendemos a creer que si tenemos mucho seremos felices.
Pero, ¿satisfacen realmente al corazón humano el dinero y la posición social? Christina Onassis, una de las mujeres más ricas de su tiempo murió a los treinta y siete años. Su hermanastra, Henrietta Gelber, dijo de Christina :»Fue una de esas personas que nunca es- taba feliz. Era impaciente. Le había llegado todo muy fácilmente, todo el dinero, las casas alrededor de todo el mundo y muy pocas responsabilidades reales. Nunca disfrutó del sentimiento de haber logrado algo. Aquello por lo que se esforzaba era virtualmente imposible en su situación. Tuvo casas alrededor del mundo, pero, en realidad, nunca tuvo un hogar». Ella misma admitió que “la felicidad no se basa en el dinero”. Después señaló que la mejor prueba de ello era ¡su propia familia!
Jesús sabía que las riquezas nunca satisfacerían en realidad. Esa es la razón por la que nos exhorta a no atesorar posesiones materiales para esta vida. Él sabía que, en el mejor de los casos, las posesiones materiales eran temporales. En el tiempo de Jesús uno de los signos de prosperidad era la buena ropa. La mejor se hacía de lana, y a menudo hilos dora- dos se incluían en el propio tejido. Cuando Jesús mencionó lo de la polilla, todos los que lo escuchaban sabían que a las polillas les encanta comer buena lana. Muchas de aquellas personas habrían tenido que trabajar duro para conseguir sus ropas de lana y luego aún más para protegerlas.
Otra indicación de éxito en los días de Jesús era tener unos graneros llenos. La palabra traducida como “óxido” en Mateo 6:19-20, es casi siempre traducida en forma diferente en todas las demás partes en que aparece en el Nuevo Testamento. Literalmente significa “algo que come”. Quizás esa sea la forma en la que debería de haber sido traducida aquí, lo que correspondería muy bien al hecho de que las ratas, los ratones, los gusanos y los insectos podían comerse el grano almacenado en los graneros.
Por supuesto, cualquier tesoro podía ser robado. Los ladrones siempre han sido capaces de entrar y hurtar. Lo que Cristo señaló es que las posesiones materiales amasadas en esta vida no duran. Mantenerlas y protegerlas es una preocupación constante. Por ello Jesús también nos da una alternativa: “Acumulad tesoros en el cielo”. Si invertimos en la eternidad, estaremos haciéndolo donde hay seguridad absoluta. Si invertimos nuestros tesoros “en el cielo” entonces no serán consumidos ni hurtados.
John Wesley, a quien Dios usó en un reavivamiento poderoso que cambió Europa ganó durante su vida una gran cantidad de dinero de la publicación de sus obras. Gozó de una vida bien longeva pero cuando murió tenía solo veintiocho libras. Daba a la obra de Cristo continuamente lo que ganaba.
Alguien encontró la siguiente inscripción en la lápida de una tumba: “Lo que gasté lo perdí, lo que ahorré lo dejé, tengo lo que di”. La observación más poderosa de Dios con respecto a nuestro tesoro, en Mateo 6, se encuentra en el versículo 21. Él indica que donde esté nuestro tesoro, ahí estará nuestro corazón también. En otras palabras, donde invertimos nuestro tesoro determinará donde tenemos nuestros afectos. Nuestros corazones siguen a nuestros tesoros. Aquello en lo que invertimos es con lo que estamos comprometidos.
¿Con qué estás comprometido tú? ¿Dónde pones tu corazón? Los donativos procedentes de los lectores de Verdad y Vida supusieron el año pasado tan solo el 13,95% de lo gastado en su producción y envío. En nombre de la Junta Directiva agradezco de todo corazón a aquellos lectores comprometidos que han enviado algún donativo durante este año. Que entre todos los miembros fieles en nuestra comunión cubriésemos el año pasado el 86,05% restante del costo de los miles de revista enviadas, muestra bastante bien donde tenemos nuestro corazón. Este año, por desgracia, la situación está siendo muy similar en cuanto a de quienes proceden los donativos que hacen posible que sigamos unidos a la obra de Jesucristo por medio de nuestra revista. En nombre de Jesucristo, ¡muchas gracias hermanos por vuestro fiel y continuado apoyo!
Nancy Guthrie escribió: “No fuimos hechos para encontrar nuestra seguridad en lo que poseemos o en nuestras relaciones con otras personas, sino en nuestra relación con Dios. Y Él no nos hizo con el fin de que buscáramos alabanza para nosotros mismos, sino que quie- re que hallemos nuestra plenitud y gozo en alabarle a Él y en darle a conocer”. Ese es el objetivo de Verdad y Vida; dar a conocer el evangelio de la gracia de Dios en Jesucristo.
Regresando a la cuestión de dónde tenemos nuestro corazón: ¿A quién servimos? ¿Está nuestro corazón en la obra de Dios que está llevando a cabo Jesucristo, y en la que nos ha invitado a participar? ¿Cuál está siendo tu participación? El dinero habla. ¿Qué está diciendo de nosotros? Pido que cada día diga más que nuestro corazón está en la obra de Dios.
Queridos hermanos, fieles colaboradores y lectores, pido y deseo que vuestra relación con Dios se fortalezca cada día y que Él os supla de todo lo necesario para que podáis ser generosos con su obra a fin de seguir mostrándole donde están vuestros corazones.
Pedro Rufián Mesa
Director-Editor de Verdad y Vida
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