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Una visión del mundo financiero prudente se puede resumir mejor en una palabra: balance. En otras palabras, como administradores de la riqueza de Dios, no importa cuán grande o pequeña sea nuestra riqueza personal, operar con un sentido del balance es una buena práctica.
A mediados de la década de 1980, poco después de entrar en el campo de la gestión de patrimonios, tuve una cliente de fideicomiso llamada Velma cuyo esposo estaba gravemente enfermo. Sentado en el borde de la cama, le ayudé a guiar su firma en una pila de poderes de acciones para financiar su fideicomiso. Murió esa noche.
Después de pasado un tiempo, Velma vino a mi oficina y me mostró con orgullo el nuevo brazalete de diamantes que ella acababa de comprar para sí misma. Mientras hablábamos, se lamentó de que su esposo siempre estaba preocupado de que necesitarían atención médica a largo plazo y los gastos médicos consumirían su riqueza. Confesó que ella le pidió una y otra vez derrochar un poco en un viaje o un crucero, pero su ansiedad lo impidió. Ella dijo: «Ahora tengo todo este dinero y nadie con quien disfrutarlo. Si puedes aprender una cosa de mí, disfruta y no vivas sólo pensando en el mañana”. Sus palabras surgidas de su experiencia, me hablaron a mí personalmente y a mis estudiantes por años.
Me pasé 14 años sirviendo en la facultad adjunta de dos pequeñas universidades, enseñando finanzas, inversiones y otros cursos relacionados con los negocios. En mis cursos de inversión y finanzas personales usualmente comienzo preguntando: «¿Cuál es tu ‘filosofía financiera’?» En otras palabras, ¿cuál es tu visión del mundo financiero, o la lente a través de la cual tomas tus decisiones financieras?
Le doy a mis estudiantes tres opciones: a) El que muere con más juguetes gana; b) Un centavo ahorrado es un centavo ganado, c) Hacer mucho, dar a otros un montón. Dependiendo la visión del mundo o filosofía, dos individuos que comienzan con los mismos recursos financieros pueden terminar en lugares muy diferentes.
Velma vivió una vida de «un centavo ahorrado» y lamentó que ella y su esposo se podrían haber permitido disfrutar de unos juguetes, pero no lo hicieron. Años más tarde aconsejé a un cliente que tenía una opinión contraria. Quería retirarse dentro de cinco años, pero debía tanto dinero por los juguetes que él había comprado y no podía. Él no sería capaz de disfrutar de la libertad de un estilo de vida estructurado como esperaba debido a la deuda.
El sentido común nos dice que tenemos que cumplir con nuestras obligaciones actuales antes de las futuras. Sin embargo, si nos pasamos todos los días centrados en las necesidades actuales, el futuro nos caerá de pronto. El balance es la mejor manera de manejar ambos.
Es posible que no nos encontramos en las mismas circunstancias que Velma o el ejecutivo derrochador, pero a todos se nos ha dado una parte de la riqueza de Dios para administrarla adecuadamente. Cuando empezamos con balance, podemos terminar donde queremos estar, mientras disfrutamos del paseo a lo largo del camino. ◊
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Craig Kuhlman es Vicepresidente Ejecutivo y Director General de fideicomisos de una entidad financiera y cuenta con más de 30 años de experiencia en asesoría financiera con bancos y clientes de inversiones.
Este artículo fue publicado en la Revista Odisea Cristiana No. 47
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