por Carmen Fleming
Miami Florida
Por muchos años, representé mal a Jesús sin saberlo y aún veía mal a otros cristianos porque no practicaban mi rama particular de religión. Yo era religiosa, muy religiosa, pero mi corazón no confiaba completamente y sólo en Jesús. Las personas a las que yo criticaba eran hermanos y hermanas de Jesús. Pablo fue reprendido fuertemente por actitudes similares cuando amenazaba con matar a los discípulos. Mientras iba por el camino a Damasco fue derribado y quedó ciego. Señor ¿quién eres tú? Preguntó Pablo. Yo soy Jesús a quien tú persigues. Como ven, ¡Jesús tomo esto como algo muy personal!

Cuando mi nítido y ordenado mundo religioso se derrumbó debido a cambios doctrinales en mi iglesia, estaba enojada y confundida. En oración Dios me guió a una escritura que yo comencé a orarle a Él. Jesús mismo me estaba hablando cuando pasé a Juan 10:3 y él dijo: mis ovejas conocen mi voz y me siguen.
Estoy comenzando a reconocer Su voz y a seguirle. Conocer a Jesús por medio de su palabra y experimentarlo está haciendo una gran diferencia en mi testificación.
Cuando Jesús es Señor en mi mente, mi corazón y mi voluntad, puedo ser sus manos, sus pies y su voz para alguien más. La verdadera libertad viene cuando comprendemos que no importa lo que podemos hacer sin Él. Importa lo que Él nos invita a hacer con Él.
Un verdadero testigo de Jesús tiene que experimentar su amor y aceptación y perdón y solamente entonces está preparado para ayudar a otros a experimentar esa gracia. Solamente entonces puede uno representar verdaderamente a Dios ante las personas en el mundo.
En nuestra vida diaria, en nuestro vecindario, en el trabajo y en nuestros hogares, podemos ser sensitivos a la presencia de Dios. Necesitamos estar atentos a su voz y a su llamado. Comenzamos a reconocer su voz y a escucharlo. Él nos llama a una misión. Realizando simples acciones de auto entrega: un abrazo o una sonrisa, una palabra de ánimo, una comida especial y aún presentando el mensaje del evangelio cuando hay oportunidad, seremos las manos de Cristo, sus pies y su voz donde quiera que vayamos.
Somos Jesús con piel y puede ser que seamos el único Jesús que alguna persona pueda ver.