Para ahora la mayoría de los propósitos de Año Nuevo han sido abandonados a medida que caemos previsiblemente de nuevo en nuestros viejos hábitos y rutinas. Pero en nuestra frustración, podemos regocijarnos en una cosa: la fidelidad de Dios para salvarnos y transformarnos a la imagen de Cristo nunca fallará.
Donde quiera que nosotros fallamos, Jesús ha tenido éxito en nuestro lugar y en nuestro nombre. Es por eso que ponemos nuestra confianza en él. Para nosotros solos, el 2016 podría ser otro año de fracaso y frustración, pero para nosotros y Jesús juntos, será un año de alegría, bendición y descanso espiritual.
¡Alabado sea Dios por su don inefable!