Yo nunca había tenido aspiración alguna de escribir, y mucho menos cultivar calabazas pero, ya lo ven, aquí estoy haciendo ambas cosas.
Hace veinte años, yo luchaba por salir adelante en la granja de Minnesota donde nací y crecí. Las explotaciones familiares, tal y como yo las conocí, estaban cambiando rápidamente. Pero yo había sido agricultor toda mi vida y la verdad es que no tenía muchas ganas de dejar de serlo y de comenzar algo nuevo. Así que le pedí a Dios que, si era su voluntad, me podría ayudar a encontrar algo aquí mismo en Minnesota que me permitiera ganarme la vida y al mismo tiempo servirle.
En esa época reconozco que también me encontraba luchando conmigo mismo. Aquel viaje me condujo a la Iglesia de Dios Universal el 17 de junio de 1995.
Comencé un negocio cultivando y vendiendo heno bajo el lema, «¡Heno por George!” Entonces una idea comenzó a formarse. Si yo cortara algunos tallos de maíz y los atara en fardos, pensé que la gente los compraría para decoración de viviendas. Entonces compré una vieja agavilladora de maíz, una máquina que había sido usada a principios del siglo XX (1900) para cortar y atar los tallos de maíz en fardos. Pensé que si mi idea tenía éxito, entonces, de algún modo, tendría que producir masivamente los fardos, y esta máquina anticuada eran el único modo que tenía para hacerlo.
Vendí nueve fardos de tallos de maíz el primer año por un importe de 45 dólares. Transcurridos un par de años, añadí balas de paja a los fardos de tallos de maíz y comprobé que transportándolos en mi viejo camión hasta la entrada de la granja, mis ventas aumentaban.
Un día, por causalidad, estaba en la ciudad en un almacén de madera, cuando me encontré con un viejo amigo, Tony Foty. En el curso de nuestra conversación me enteré de que Tony estaba cultivando calabazas. Le dije a Tony que posiblemente me pondría en contacto con él el próximo otoño, porque pensé que las calabazas compaginarían bien con los fardos de paja y maíz.
Cuando llamé a Tony el otoño siguiente, todo lo que le quedaba eran 41 calabazas. ¡Me las traje por $1 la pieza y las vendí por $2 cada una! ¡En dos días habían desaparecido todas!
Tony y yo seguimos en contacto después de eso, y por la primavera Tony me dijo que su socio en el negocio de las calabazas le iba a abandonar. Le dije a Tony que yo tenía toda una granja donde probablemente se podrían plantar calabazas y, que si no le importaba que yo fuera su socio, a mi no me importaría intentar sembrar calabazas. En el año 2000 cultivamos cuatro hectáreas de calabazas.
Durante el primer año que trabajamos juntos, tuve la oportunidad de compartir mi fe con Tony. El pudo comprobar de primera mano como Jesucristo había cambiado mi vida, hasta el punto de pedirme si le podría bautizar. Después de hablar con mi pastor acerca de ello, el día 4 de julio del 2000 bauticé a mi amigo Tony.
La superficie sembrada de calabazas creció constantemente desde las cuatro hectáreas del primer año hasta las 60 hectáreas que hoy en día tengo plantadas. Y eso ya es suficiente; 60 hectáreas de calabazas dan un montón de trabajo y ¡yo ya no soy tan jovencito!
Desde el inicio de la actividad de las calabazas, opté por vender bajo el sistema de la honradez. La gente elige sus calabazas y luego ponen el dinero en una caja de pago. Nadie les está vigilando para asegurarse de que si pagan o no o de que si pagan el precio correcto. Eso lo dejo a la honradez de mis clientes. La mayoría de las personas no consiguen entender como puedo manejar el negocio que tengo mediante el sistema de la honradez, pero les puedo asegurar que ahora que el año llega a su fin, ¡este parece que va a ser el mejor año de todos!
Para mí, el punto culminante de todo esto de las calabazas son las personas, aquellos que han trabajado conmigo durante estos años y todos los que he conocido a través del negocio. Mi amigo y pastor, Doug Johannsen, me dijo: “George, sin lugar a dudas has extendido un montón de alegría con estas calabazas.” ¡Desde entonces les digo a todos los que trabajan en la granja que están involucrados en el ministerio de la alegría! Así que supongo que difundir la alegría es mi ministerio, o mejor dicho, el ministerio de Dios con el cual me bendijo en dirigir.
El asunto de las calabazas
Un momento culminante de cada año es la recaudación de fondos para nuestro campamento de invierno de Comunión Internacional de la Gracia patrocinado por el distrito, llamado “SnowBlast” (Gozando en la Nieve). El asunto de las calabazas está ya en su sexto año y ha crecido hasta el punto de tener que celebrarlo durante dos fines de semanas alternativos.
Muchas personas viajan por más de seis horas con tal de estar ahí. Este año pudimos recaudar $2,500 para el “SnowBlast.” Todo esto va más allá de solo recoger calabazas. Redunda mucho en el compañerismo, y eso para mí es la parte más importante. He de reconocer que Dios está usando este asunto de las calabazas para cosas venideras mucho más grandes. Al igual que una vid de calabaza extendida, ¡nunca sabes realmente hasta donde puede llegar!
Cada año alguna cosa interesante aparece en las cajas de pago y este no fue ninguna excepción. Justo la otra noche me encontré esta nota en la caja de pago de mi terreno de Lago del Águila. Me imagino que es de una madre joven, pues escribe a continuación:
“Siento muchísimo no tener dinero para poder pagar las dos calabazas. Tengo dos niñas pequeñas que quieren una, y han tenido una vida muy difícil. Solo quiero ver una sonrisa en sus caras, y si unas calabazas pueden conseguirlo, entonces estoy dispuesta a pagar por ellas de cualquiera manera en el futuro. Siento no tener el dinero para pagarlas. No soy una ladrona. En otras circunstancias no haría esto ya que si hubiese tenido el dinero las habría pagado.”
Esa fue probablemente la carta más conmovedora que había recibido en las cajas. Me alegro de que se llevase las calabazas. ¡Siempre he dicho que si las personas están en necesidad solo deseo que se sirvan a si mismos! También oré por ella y sus dos hijas para que Dios las colmase de bendiciones.
Son cartas como esta, cartas sencillas expresando gratitud por unas grandes calabazas color naranja, que me animan a seguir haciendo lo que hago. Eso junto con la alegría de observar las caras sonrientes, de jóvenes y de mayores, de ver a todas aquellas familias, cerca de dos mil a estas alturas, ahí en medio de las calabazas tomando fotos, divirtiéndose y pasándoselo en grande todos juntos.
¡Realmente puedo ver a nuestro Dios trino interviniendo en todo esto! Y tengo la certeza de que por el momento, Dios me ha puesto ahí donde el quiere que yo esté. Supongo que, hasta que Él me quiera mover a cualquier otro lugar, aquí es donde me quedaré. ¡Así que a Dios sea la gloria!
George Denn ha escrito dos libros sobre sus aventuras con las calabazas y los campamentos juveniles: ¡Eh por George! y ¡Eh por George II! Publicados por Xulon Press