Vive de acuerdo al diseño de tu vida


Vive de acuerdo al diseño de tu vida


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Por Dr. P. Sellappan

Todo funciona de acuerdo a su diseño. Tu auto funcionará bien si conduces de acuerdo a las instrucciones dadas en el manual. Pero si haces trucos como girar la dirección 90 grados a 200 kilómetros por hora, se estrellará. Esto también se aplica a nosotros los seres humanos. Si vivimos nuestra vida de acuerdo a como fue diseñada por Dios, vamos a tener gran satisfacción. Sin embargo, si no lo hacemos, vamos a tener problemas.

Este artículo es una introducción a tu vida diseñada por Dios para que puedas vivir una vida más alegre y satisfactoria.

Vive de acuerdo al diseño de tu vidaFuimos diseñados para funcionar como Dios

Dios nos diseñó y nos creó a su imagen y semejanza. Echemos un vistazo a algunas Escrituras para convencernos de esta verdad asombrosa.

Somos como Dios, nos parecemos a él. “Y dijo Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo): «Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza…” (Génesis 1: 26-27)

Somos de la naturaleza de Dios. «Miren la roca [Jesucristo] de donde fueron tallados, Y la cantera de donde fueron extraídos» (Isaías 51:1).

Fuimos hechos un poco inferiores a Dios. “Pero uno ha testificado en un lugar de las Escrituras diciendo: «¿Que es el hombre para que Tú te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que te intereses en él? Lo has hecho un poco inferior a Dios; lo has coronado de gloria y honor, y lo has puesto sobre las obras de Tus manos; todo lo has sujetado bajo sus pies.» Porque al sujetarlo todo a él, no dejó nada que no le sea sujeto. Pero ahora no vemos aún todas las cosas sujetas a él” (Hebreos 2:6-8 NVI). “Digo: ¿Qué es el hombre para que Te acuerdes de él, Y el hijo del hombre para que lo cuides? ¡Sin embargo, lo has hecho un poco menor que Dios, Y lo coronas de gloria y majestad! Tú le haces señorear sobre las obras de Tus manos; Todo lo has puesto bajo sus pies” (Salmos 8:4-6 NVI).

Somos hijos de Dios. «Ustedes son dioses, Y todos son hijos del Altísimo” (Salmos 82:6). Jesús les dijo esta verdad a los fariseos cuando lo acusaron de blasfemia porque decía que él era hijo de Dios.  “Jesús les respondió: «¿No está escrito en su Ley: ‘Yo dije: son dioses’? Si a aquéllos, a quienes vino la palabra de Dios, los llamó dioses, (y la Escritura no se puede violar), ¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, ustedes dicen: ‘Blasfemas,’ porque dije: ‘Yo soy el Hijo de Dios’?” (Juan 10: 34-36).

Adán es llamado hijo de Dios. “Cainán, hijo de Enós; Enós, hijo de Set; Set, hijo de Adán; y Adán, hijo de Dios” (Lucas 3:38).

Somos descendientes de Dios. “Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, así como algunos de los poetas de ustedes han dicho: ‘Porque también nosotros somos descendientes de Él’” (Hechos 17:28).

Dios nos adoptó como sus hijos. “Porque Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adoptarnos como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme a la buena intención de Su voluntad” (Efesios 1: 4-6).

Somos como Él. “En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como Él es, así somos también nosotros en este mundo” (1 Juan 4:17)

Estas Escrituras nos dicen que somos de la familia Dios, no sólo de la familia humana, lo que significa que ¡debemos vivir como Dios vive!

¿Cómo vive Dios?

Dios es un Dios de relación. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven una vida compartida, una vida de comunión. Viven vidas centradas en otros, vidas donde dan el uno al otro libremente y sin condiciones. Ellos aman, adoran, deleitan y dan gloria uno al otro. Ellos viven en absoluta libertad y sin miedo, amenazas, ni obligación. Ellos viven en perfecta paz, unidad y armonía. En definitiva, viven la vida más plena posible.

Otra forma de mirar la vida de Dios es mirar la vida de Jesús en la tierra. Después de todo, él es Dios en la carne y lleva la imagen exacta de Dios. “Él [Jesús] es el resplandor de Su gloria y la expresión (representación) exacta de Su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, el Hijo se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1: 3).

Jesús ama a Dios Padre con todo su corazón, mente y alma, y a su prójimo como a sí mismo. Durante su ministerio en la tierra, Él obedeció a Dios Padre y confiaba en Él para todo. Se relacionó libremente con las personas, incluyendo a los despreciados recaudadores de impuestos, prostitutas y pecadores y fue misericordioso, compasivo, paciente y amable. Jesús no tuvo miedo, ansiedad o depresión. Sirvió a las personas de buen agrado y sin quejas ni protestas. No odiaba, despreciaba o se vengaba de nadie, ni tampoco controlaba ni manipulaba a la gente. En resumen, era totalmente humano, pero vivió plenamente como Dios. Como hombre, vivió la vida de Dios.

Dios nos diseñó para vivir como Él. Para vivir una vida compartida, una vida que ama, honra y se deleita con los demás, y para vivir en unidad y armonía compartida. Nos diseñó para participar en actividades creativas y positivas, para experimentar su alegría, paz, pasión, seguridad y libertad.

Él no nos diseñó para vivir egocéntricos, codiciosos, presumidos, o vidas hipócritas o mentir, robar, oprimir, controlar o manipular a la gente. Él no nos diseñó para vivir en constante temor, preocupación y ansiedad.

El amor define a Dios

Dios es amor y esa es su principal característica. Todos los otros atributos como el poder, la sabiduría y el conocimiento son características secundarias. Sólo el amor define a Dios, no los otros atributos. Si Dios es definido por otros atributos, entonces Jesús no pudo haber sido Dios porque, como ser humano, él se limitó.

Por ejemplo, él no era todopoderoso, omnisciente, omnipresente o rico. Él no hablaba chino, tailandés o japonés ni arreglaba computadoras. Él tampoco realizaba acrobacias de Superman. Todos los milagros que hacía, los hacía sólo con la ayuda del Padre y el Espíritu Santo. Por su cuenta, era muy limitado. Incluso confesó: «Por mí mismo no puedo hacer nada» (Juan 5:30).

Así es como Jesús puede ser tanto hombre y Dios. Recuerde, Jesús dejó todo: poder, privilegio, gloria, estatus, etc., para convertirse en humano. “Haya, pues, en ustedes esta actitud (esta manera de pensar) que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que Se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló El mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”  (Filipenses 2: 5-8).

Él era plenamente hombre, sin embargo, vivió plenamente como Dios. Nosotros estamos diseñados para vivir así. Amar a la gente es la clave, porque cuando amamos a los demás, realmente vivimos como Dios. Cuando comenzamos a amar a la gente, comenzamos a experimentar su estilo de vida.

Amar a la gente es el secreto para vivir la vida de Dios. El apóstol Juan nos dice: «Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios; y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4:7-8). Reitera, «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros” (1 Juan 4:12). “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él» (1 Juan 4:16).

Como seres humanos, tenemos la misma capacidad que Jesús de amar a nuestros familiares, amigos, vecinos, colegas, extraños e incluso enemigos. Recuerda, nosotros vivimos en Dios. También viven en Dios todos los seres humanos, lo crean o no, o lo sepan o no. En la parábola de las ovejas y cabras, Jesús nos dice que las buenas obras que hemos hecho a uno de los más pequeños de nuestros hermanos y hermanas lo hemos hecho a Él (Mateo 25:40).      Eso es porque ellos viven, se mueven y tienen todo su ser en Dios, como todos nosotros.

El pecado de Adán comprometió la imagen y semejanza de Dios en nosotros. Comprometió la calidad de vida de Dios en nosotros y es por eso que hemos estado viviendo la vida de baja calidad. Pero gracias a Dios por enviar a su hijo Jesús para restaurar nuestro estado original antes de la caída. A través de su vida encarnada, muerte y resurrección, nos ha restaurado por completo a nuestra inocencia intachable. Es un hecho. Dios nos está invitando a venir y degustar su estilo de vida.

De las noticias del día, es obvio que la mayoría del mundo no vive de acuerdo al diseño de su vida y así, ellos no experimentan la calidad de vida de Dios. Hay demasiada apatía, indiferencia, codicia, egoísmo, jactancia, odio, lucha y asesinato. Abusar, controlar y manipular a las personas se han convertido en una forma de vida y eso es lo que produce el pecado.

Tú podrías decir: «¡Es imposible vivir la vida de Dios siendo ser humano!» Y estás absolutamente correcto, es decir, si Cristo no viene y vive en ti.

Cristo en ti

Sólo Dios puede vivir su estilo de vida. Nunca podremos vivir su estilo de vida por nuestra propia fuerza de voluntad o autodisciplina. Es por eso que necesitamos a Jesús morar en nosotros, motivarnos y darnos el poder de manifestar su vida en nosotros, que es precisamente lo que vino a hacer.

Si él permanece en nosotros, y nosotros en él, llevamos mucho fruto espiritual. Así es como podemos poseer su fe, justicia, seguridad y libertad. Así es como podemos experimentar su alegría, paz, amabilidad y bondad. Por lo tanto, la clave es permitir que él exprese su vida en y a través de nosotros como nosotros.

Somos su tabernáculo

Antiguamente, Dios se apareció a su pueblo -los israelitas- en un tabernáculo móvil, forrado con piel de carnero. Más tarde, el rey Salomón construyó un templo para Dios y el pueblo llegaba al templo para adorar a Dios y ofrecer sacrificios. Alrededor del año 70 DC, los romanos vinieron y destruyeron el templo. Justo antes de su muerte, Jesús profetizó que esto sucedería. Pero también les aseguró que iba a levantar el templo en tres días. No se refería al templo físico, sino a su propia muerte y resurrección. Él se levantaría de la tumba y haría su morada en las personas.

Muchos hoy en día hacen peregrinaciones a sitios «sagrados» o visitan santos con poderes sobrenaturales  para encontrar a Dios. Pero el apóstol Pablo nos dice que Dios no habita en templos hechos por manos humanas o es servido por manos humanas (Hechos 17:24-25).

Así que ¿dónde mora Dios hoy? ¿Dónde podemos encontrarlo? ¿Cómo podemos experimentarlo?

La Escritura nos dice que Jesús vino a tomar morada en nosotros. Jesús dijo a sus discípulos: «El que me ama, obedecerá mi palabra. Mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él» (Juan 14:23).

Una vez más, les dijo, «El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva [Espíritu Santo] fluirán dentro de él» (Juan 7:38)

El apóstol Juan nos dice: «…la morada de Dios es ahora entre el pueblo, y él morará con ellos. Y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. Una vez más, nos dice: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Apocalipsis 21:3).

El apóstol Pablo también nos dice que somos el templo de Dios, su morada. (1 Corintios 6:19, 3:16; 2 Corintios 6:16)

Desde la destrucción del templo de Jerusalén, Dios ha elegido una vez más habitar en tabernáculos móviles hechos de piel. Esta vez, la piel no es de carnero, sino piel humana, tu piel y mi piel. Somos su tabernáculo, su carne de su carne y hueso de sus huesos.

Pablo escribe: «…tenemos este tesoro [Jesús] en vasos de barro [nosotros]». (2 Corintios 4:7). Y añade: «Cristo en ustedes, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27) y “Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Cristo, y ustedes han sido hechos completos (han alcanzado plenitud) en Él” (Colosenses 2: 9-10), “Porque en él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser» (Hechos 17:28).

El poder de la resurrección de Cristo reside dentro de nosotros, aunque no revelado plenamente o manifestado completamente. Somos como una semilla con un enorme potencial. Una semilla produce cientos de frutos, cada uno de los cuales produce cientos de semillas, frutas, plantas, árboles y bosques. Así que no subestimes lo que valemos, lo que Cristo en nosotros puede lograr.

Jesús es Emmanuel

Emmanuel significa Dios con nosotros. Jesús no está en algún lugar lejano ni es una realidad futura. El Jesús resucitado ha tomado morada en nosotros, en nuestro interior, en nuestro corazón. Él es una realidad presente. Él no estará más presente o más cerca de lo que ya está. En su muerte y resurrección, abolió la demora y la distancia.

Él es el gran YO SOY, en tu vida y necesitas despertar a esta verdad asombrosa.

Juan nos dice: «…la hora viene, y ahora es [la realidad actual], cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque el Padre busca tales adoradores que le adoren» (Juan 4:23).    Una vez más, escribe: «De cierto les digo, que la hora viene, y ahora es, cuando los [espiritualmente] muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán» (Juan 5:25).

La religión nos da la ilusión de demora y distancia. Nos dice que Dios está en algún lugar y tenemos que esperar a que venga a resolver nuestros problemas. Pero el Evangelio nos dice que él está justo aquí con nosotros, en nuestro corazón y es accesible 24/7.

Jesús vino como nuestro representante

Muchos tienen la idea de que Jesús vino a dar un buen ejemplo a seguir. Pero eso no es correcto porque, si fuera así, estaríamos en una situación desesperada. Nunca seríamos capaces de vivir de acuerdo con su ejemplo o alcanzar su justicia, no importa cuánto nos esforcemos.

La verdad es que Jesús vino como nuestro representante, no como nuestro sustituto. Él no vino a dar un buen ejemplo para nosotros, sino más bien, vino como un ejemplo de nosotros. No vivió para nosotros, sino que vivió como nosotros. Hay una gran diferencia y la comprensión de esta diferencia nos hará libres del temor, la preocupación y el estrés innecesarios.

Porque él es nuestro representante, él es nuestra vida, gozo, paz, bondad, sabiduría, justicia y libertad. A los ojos de Dios, somos ya como él a causa de lo que Cristo ha logrado para nosotros. En él tenemos toda bendición espiritual. Comparte con nosotros todo, todo lo que él es (su vida) y todo lo que tiene (el vasto universo) y no carecemos absolutamente nada.

Cuando Dios creó a Adán y Eva los bendijo con todo lo que necesitaban para una vida abundante pero Satanás les mintió. Les dijo que les faltaba algo, que no eran como Dios, y que podrían llegar a ser como Dios si comían del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Pero la verdad era esta: ellos ya eran como Dios, porque él los hizo a su imagen y semejanza. Así que, no dejes que Satanás te engañe.

El pecado comprometió la imagen y semejanza de Dios en nosotros, pero Jesús nos ha redimido y restaurado totalmente a nuestra inocencia intachable originales. Así que a los ojos de Dios, ahora llevamos sólo su imagen y semejanza (incluso si parece contradecir nuestra experiencia cotidiana).

En resumen

Dios nos hizo a su imagen y semejanza y eso significa que debemos vivir como él. Dios es amor, por lo que debemos vivir en amor. Cuando amamos a las personas, manifestamos el estilo de vida de Dios y experimentamos su gozo, paz y libertad. La vida no sería una lucha si vivimos en la realidad de que Cristo vive en nosotros y él produce ese estilo de vida. Al permitir que su vida fluya a través de nosotros, podemos amar a toda la gente, incluso a los enemigos, y eso es lo que significa vivir de acuerdo al diseño de Dios. Eso es lo que Jesús vino a hacer en nosotros como uno de nosotros. Ese es el verdadero evangelio.

A muchos hoy en día le encantaría vivir como millonarios, famosos, o personas de gran sabiduría, poder o influencia. Pero Dios quiere que vivamos una vida de mucho mejor calidad que ellos. Él quiere que vivamos como él. Vive la vida de acuerdo al diseño de Dios. †


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Autor: Comunión de Gracia Internacional

COMUNIÓN DE GRACIA INTERNACIONAL [GRACE COMMUNION INTERNATIONAL], es una denominación evangélica activa en casi 100 países y territorios con una afiliación internacional de alrededor de 42 mil miembros y 900 congregaciones. Nuestra misión es “vivir y compartir el evangelio”. Creemos en la unidad espiritual de todos los creyentes en nuestro Señor Jesucristo. Le invitamos a reunirse con nosotros en nuestros servicios de adoración donde escuchará el evangelio de Jesucristo y conocerá a otros cristianos que están experimentando su relación con Jesucristo, así como usted.

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