La ofrenda de los magos

Después de haber nacido Jesús en Belén de Judea en los días del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos magos procedentes del oriente diciendo: “¿Donde está el que ha nacido rey de los judíos? Porque hemos visto su estrella en el oriente, y hemos venido a adorarle”…y postrándose, lo adoraron; luego abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:1-2, 11)

Los magos de oriente son sin duda los personajes más misteriosos de la famosa escena del nacimiento de Jesús que año con año se representa de diferentes maneras alrededor del mundo. La palabra traducida como “magos” proviene de la palabra griega μάγος (magos), que significa sabios o científicos (también puede significar mago o hechicero pero todo indica que estos orientales no estaban involucrados en esas prácticas). Aparentemente estos sabios eran astrónomos y fue por eso que observaron aquella estrella y les sorprendió que se moviera. Pero el hecho de que venían preguntando por “el que ha nacido rey de los judíos” indica que habían leído o escuchado acerca de la historia del pueblo de Israel y de las maravillosas profecías acerca de su rey y Salvador prometido.

Y no solo eso: ¿Cómo es que siendo extranjeros dijeron: “Hemos venido a adorarle”? ¿Sabios orientales venían a adorar al rey de otra nación, siendo él apenas un recién nacido? Todo indica que ellos conocían y creían las profecías acerca del Salvador del mundo. Es fascinante e intrigante ver que estos sabios extranjeros estaban mejor enterados que la mayoría de los mismos judíos acerca de su propio rey por tantos siglos anunciado.

Pero el tema al que quiero enfocarme es en el profundo y hermoso simbolismo de los valiosos presentes que aquellos sabios le ofrecieron a Jesús: “luego abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.” (Mateo 2:11 – énfasis mío en todas las citas bíblicas – versión Reina Valera 60, a menos que se indique lo contrario).

Por cierto que la Biblia no menciona que fueran tres los sabios pero, como se mencionan tres presentes, algunos asumen que eran tres personas. Asimismo, considerando que aquellos presentes eran muy valiosos se deduce que los sabios eran ricos, probablemente miembros de la nobleza de su país de origen. Y otro detalle interesante es que los sabios no llegaron al pesebre sino que encontraron a Jesús, solo con su madre, en una casa: “Y al entrar en la casa vieron al niño con su madre María…” (versículo 11).

Pero volvamos al tema de las ofrendas de los sabios.

Oro

El oro era un material requerido por Dios mismo para el altar en donde los sacerdotes de Dios quemaban incienso como parte de los ritos de adoración bajo la ley mosaica.

Observe las instrucciones específicas que Dios le dio a Moisés en Éxodo 30:1-5: “Harás asimismo un altar para quemar el incienso, de madera de acacia lo harás… Y lo cubrirás de oro puro, su cubierta, sus paredes en derredor, y sus cuernos; y le harás en derredor una cornisa de oro. Le harás también dos anillos de oro… para meter las varas con que será llevado. Harás las varas de madera de acacia, y las cubrirás de oro.”

Dentro del sacerdocio establecido por Dios en Israel, para que la ofrenda encendida del incienso fuera legítima era obligatorio que el altar estuviera cubierto de oro – el incienso era quemado sobre una base de oro.

De la misma manera, nuestra adoración a Dios no puede ser genuina si no somos capaces de sacrificar (renunciar a) parte de nuestros bienes materiales y ponerlos como base sobre la cual dediquemos nuestra adoración a Dios. Si no sacrificamos con gusto una parte de nuestros ingresos para Dios (ofrendas para la proclamación del Evangelio, donativos para instituciones de ayuda, ayuda económica directa en necesidades reales, etc.) nuestra adoración pudiera ser cuestionable. Y no se trata de que nos quedemos en la miseria sino de que nuestra generosidad sea una manifestación de nuestra entrega absoluta a Dios.
No hay nada más urgente para la humanidad que conocer el Evangelio de Jesucristo. Piénselo: ¿Qué le falta al mundo? ¿Necesita el mundo más policías? ¿Necesita el mundo más médicos? ¿Necesita el mundo más maestros, más agricultores, más embajadores en la ONU?

“Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento” (Oseas 4:6). ¿Conocimiento de qué? “Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” (Juan 17:3). Jesucristo vino a traernos el conocimiento que el pueblo de Israel del Antiguo Testamento no fue capaz de entender ni de practicar en su verdadera intención: “Un nuevo mandamiento os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado” (Juan 13:34). No se trata de conocer las profecías y descifrar sus misteriosos símbolos, o de memorizar infinidad de pasajes bíblicos versículo por versículo sino de conocer íntimamente a Dios el Padre y a Jesucristo, y practicar el camino de amor que El predicó y ejemplificó hasta su muerte.

Ese conocimiento acerca de las Buenas Noticias (¡sí! ¡Buenas Noticias!) es lo que hará la diferencia. Pero para que ese conocimiento llene el mundo “como las aguas cubren el mar” se necesitan recursos económicos – dinero (“oro”). En tiempos del Antiguo Testamento los ritos en el altar cubierto de oro eran un símbolo de la adoración “en espíritu y en verdad” que Jesucristo predicó pero hoy estamos viviendo la realidad.

Al mundo le falta conocer y vivir el camino de Cristo. El mundo está sufriendo (solo mire las noticias) pero usted como creyente puede ayudar a aliviar ese sufrimiento, sus ofrendas a la Iglesia o al ministerio que usted considere que está proclamando el Evangelio puro en palabra y en obra son vitales para que el Evangelio llegue “hasta lo último de la Tierra”. Quienes nos consideramos adoradores de Dios el Padre de nuestro señor Jesucristo, dejemos que el Espíritu Santo nos motive a poner nuestro “oro” primero – como prueba de la sinceridad de nuestra adoración.

Mirra

Entre las instrucciones que Dios le dio a Moisés estaba el procedimiento para elaborar el aceite de la unción, que sería usado para ungir a los nuevos sacerdotes en su consagración al sacerdocio:

“Tomarás especias finas: de mirra excelente quinientos ciclos, y de canela aromática la mitad, esto es, doscientos cincuenta, de cálamo aromático doscientos cincuenta, de casia quinientos, según el ciclo del santuario, y de aceite de olivas un hin. Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la santa unción.” (Éxodo 30:23-25).

Ponga atención al énfasis que hace Dios en las cualidades de los ingredientes: Tenía que ser algo fino, excelente, aromático, superior, una obra de arte, y el resultado sería algo santo (sagrado – dedicado a Dios).

Y el versículo 30 nos dice el uso exclusivo de dicho aceite: “Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que sean mis sacerdotes.”

Todos los que estudiamos la Biblia sabemos que el aceite es un símbolo del Espíritu Santo. Por lo tanto la mirra (uno de los ingredientes del aceite de la unción santa) que ofrendaron los sabios puede simbolizar nuestra consagración a Dios en Jesucristo. Hemos sido ungidos como “real sacerdocio” (1 Pedro 2:9), hemos sido impregnados con el aceite de la santa unción y por lo tanto “para Dios somos grato olor de Cristo” (2 Corintios 2:15).

¿Se ha puesto a pensar que si usted ha aceptado a Cristo como su Salvador, y ha recibido la presencia del Espíritu Santo, entonces usted huele bien espiritualmente? – usted despide un grato aroma para Dios. Y no depende de qué tan bien o qué tan mal viva su nueva vida en Cristo sino de la presencia del “aceite de la santa unción” – por ese solo hecho usted despide un aroma exquisito para Dios (aunque a veces sea muy difícil creerlo). Ahora nuestro reto es que no solo para Dios sino también para los que nos rodean seamos “grato olor de Cristo”. El olor agradable siempre atrae, y si hacemos honor a nuestra “unción santa” por la forma en que nos relacionemos con los demás es muy posible que seamos un medio por el cual Dios atraiga a otras personas a Jesucristo. Pero continuamos con el asunto de los aromas en el siguiente punto.

Incienso

Al igual que la mirra y el aceite de la santa unción el incienso también tiene que ver con aromas, pero hay por lo menos dos diferencias importantes:

Una es que el aceite desprende su aroma de manera automática (si ha sido ungido con aceite aromático usted huele bien, punto), en cambio el incienso tiene que quemarse para que su aroma se disperse.

La otra diferencia es que el aceite es usado para consagrar a los sacerdotes, pero el incienso es una ofrenda a Dios ardiendo en el altar.

Con esto en mente leamos las instrucciones que Dios le dio a Moisés para la preparación del incienso que se habría de quemar en el altar – en el incensario de madera fina cubierto de oro:

“Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas, estoraque y uña aromática y gálbano aromático e incienso puro, de todo en igual peso, y harás de ello el incienso, un perfume según el arte del perfumador, bien mezclado, puro y santo. Y molerás parte de él en polvo fino, y lo pondrás delante del testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti. Os será cosa santísima.” (Éxodo 30: 34-36)

“Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; cada mañana, cuando aliste las lámparas lo quemará. Y cuando Aarón encienda las lámparas al anochecer, quemará el incienso, rito perpetuo delante de Jehová por vuestras generaciones.” (Éxodo 30: 7-8)

Veamos cuatro escrituras que nos ayudan a entender qué simboliza el incienso para nosotros:

Génesis 8:20-21: “Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio, y ofreció holocausto en el altar. Y percibió Jehová olor grato…”

Los sacrificios en el Antiguo Testamento prefiguraban el sacrificio perfecto de Jesucristo pero también son un símbolo de cualquier sacrificio que nosotros hagamos por los demás en el nombre de Cristo.

Efesios 5:2: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a si mismo por nosotros a Dios como ofrenda y sacrificio de olor fragante.”

Filipenses 4:15-18 (Dios Habla Hoy): “Cuando yo partí de Macedonia, al comenzar a anunciar el mensaje de salvación, fueron ustedes, los de la iglesia de Filipos, los únicos que me enviaron ofrendas de gratitud por la ayuda espiritual que habían recibido. Pues incluso estando en Tesalónica más de una vez ustedes me enviaron ofrendas para mis necesidades. No es que yo piense solo en recibir; lo que quiero es que ustedes lleguen a tener más en su cuenta delante de Dios. Pues yo ya lo he recibido todo, y hasta tengo de sobra. Con lo que me enviaron por medio de Epafrodito tengo más que suficiente. Lo que me enviaron fue como una ofrenda de incienso perfumado, un sacrificio de olor agradable a Dios.”

Apocalipsis 5:8: “…y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.” Note usted como en el último libro de la Biblia vuelve a mencionarse incienso sobre oro, esta vez simbolizando las oraciones de los creyentes. ¿Será que hasta nuestras oraciones serán más significativas si las respaldamos con ofrendas económicas? Sí, yo se lo puedo decir porque lo he comprobado por más de treinta años.

Así que en las ofrendas de los sabios, y recordando los ritos que se hacían en el Lugar Santo, vemos una hermosa imagen de lo que quienes creemos en Jesucristo queremos ser para Dios:

Ser generosos con nuestros bienes, poner nuestro “oro” como base sobre la cual nos ofrecemos como incienso ardiendo, como un “sacrificio vivo” (Romanos 12:1) en servicio a los demás; y todo esto lo haremos porque sabemos que hemos sido impregnados con el Espíritu Santo – ungidos con el “aceite de la santa unción”, con mirra y otras especies aromáticas – por lo cual estamos consagrados como real sacerdocio para cumplir los propósitos de Dios en el mundo aquí y ahora.

Amigo lector,

La humanidad afligida necesita este tipo de ofrendas… como las ofrendas que le trajeron a Jesús los sabios de oriente. ◊

Foto por jacilluch

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