La mujer madura espiritualmente debe bendecir a las más jóvenes

 Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.» Tito 2:3-5

Death to stock photography vibrant (8 of 10)Si como dice Tito en su carta las ancianas deben ser “maestras del bien” en relación a las mujeres jóvenes (Tit 2.3), es evidente que para las mujeres con madurez espiritual existen áreas de gran influencia que deben ser asumidas dentro de la iglesia y también en la sociedad. Pero si las mujeres maduras de nuestras congregaciones se están anulando frente a la tarea de «enseñar lo bueno» a las generaciones más jóvenes, hay un bloqueo sumamente serio en el fluir de bendición que Cristo desea para su Cuerpo.

El diccionario define la palabra «madurez» como: «El período en el que una persona alcanza la plenitud sin llegar aún a la vejez». A través de la historia de nuestra vida espiritual se acumulan errores, fracasos y dolores que nos han reprimido, pero igualmente las victorias y los avances que nos han edificado.

Hemos llegado a la plenitud de vida espiritual habiendo permitido que toda nuestra realidad haya sido procesada por el obrar de Dios en nuestras vidas. Maduramos espiritualmente cuando vivimos las experiencias cotidianas como seres espirituales, aprendiendo de Dios en especial a través de lo inesperado y lo traumático. El apóstol Pedro lo define en estas palabras: «El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele» (1Pe 1.7).

Conozco a muchísimas mujeres que han permitido que las pruebas y el sufrimiento en sus vidas sean transformados en oro. Considero que ellas son las mujeres que pueden servir de «maestras del bien» en nuestras congregaciones. Su efectividad no depende para nada de las canas de su cabello, del sobrepeso, ni de las arrugas que se ven en sus caras. Tampoco depende de su intelectualidad, su estrato social u económico, ni del número de hijos que tenga. Su influencia radica en su madurez espiritual, algo que lograron a través de los años por haber permitido que Dios se glorificara en medio de todas sus vivencias, por más difíciles y dolorosas que fueran.

Una mujer madura bendice a una mujer joven,
cuando le ayuda a comprender sus circunstancias.

Podemos ayudarla a la más joven a interpretar sus vivencias, por más difíciles que sean, dentro de los parámetros de alabanza y adoración. De esa manera estaremos fomentando la continua celebración que debe ejemplificar la vida con Dios.

Hay muchas oportunidades para que cada mujer madura, pueda ser una «maestra de bien» en las vidas de las mujeres jóvenes. En Lucas 1.39-56 leemos del encuentro entre Elizabet, una mujer mayor, y su pariente María, una mujer joven. María fue con toda confianza de prisa, donde la anciana, al saber que estaba embarazada siendo aún soltera. Podemos apreciar el recibimiento que le hace Elizabeth, no la juzga y le brinda el apoyo necesario en esos difíciles momentos para la  virgen y adolescente, que vivía en una cultura condenatoria y discriminatoria de la mujer.

El desafío es que estemos dispuestas a permitir la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas, formando en nosotras las actitudes necesarias para tener influencia espiritual en la vida de alguna otra mujer más joven.

Se observa una tendencia en la vida de mujeres maduras, y es el hecho de darle poco valor a la vida espiritual de una mujer más joven. Nos olvidamos de todo lo que Dios hace en cada persona por medio de circunstancias particulares y únicas. No recordamos que, con infinita gracia y compasión, él está usando la materia prima de cada vida, su formación, y sus experiencias para cumplir sus propósitos. Por esto, podemos bendecirlas enseñándoles a reconocer lo que Dios ha comenzado en ellas, que él sigue obrando y que su fe y perseverancia representan bendición para otros.

Qué bueno sería que nosotras también contáramos con jóvenes que se dejen bendecir, que no desconfíen de nuestro interés en que a ellas les vaya bien en la vida y que valoren nuestros sabios consejos y no lo tomen como un entremetimiento en sus vidas.

Otro ejemplo es el caso de RUTH Y NOEMI,  En la decisión de Rut de quedarse con Noemí, Rut demuestra su amor (Rut 1:16–18), Rut obedece a Noemí  (3:6–9) y se recompensa el amor de Rut (4:14-17)  

Quien mas que nosotras, como mujeres maduras espirituales podríamos orientar a las mujeres jóvenes como vivir mejor en las etapas cruciales de su vida como por ejemplo en su matrimonio?  Así que valga esta ocasión y este interesante tema para tocar esta parte que nos servirá a todos.

ENSEÑAR a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos, a manejar adecuadamente la vida del hogar, como guiar a los hijos y comprender al esposo, como llevarse bien con la familia del cónyuge etc. (Tito 2.3-6)

Después de crear a la primera pareja humana y unirlos en matrimonio, Dios estableció el siguiente principio: «El hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne». (Génesis 2:24.) De modo que los casados deben reconocer que han establecido un nuevo vínculo. Y aunque vivan con los padres de uno de ellos, deben adherirse el uno al otro como una unidad independiente.

No obstante, el hecho de que al casarse los hijos dejen al padre y a la madre no significa que puedan volverles la espalda y que ya no tengan que mostrarles respeto ni cuidados. «No desprecies a tu madre simplemente porque ha envejecido», aconseja la Biblia. (Proverbios 23:22.)

Sin embargo, al contraer matrimonio, se produce un ajuste en la relación entre padres e hijos. Si cada miembro de la familia tiene bien presente esto, la pareja joven podrá beneficiarse de la experiencia y sabiduría de los padres. (Ejemplo Consejo de Jetro, suegro de Moisés…)

Timoteo, joven respetable a quien el apóstol Pablo llevó consigo en sus viajes misionales, fue criado por su madre judía Eunice. No obstante, su abuela Loida también intervino en su educación. (2 Timoteo 1:5; 3:15.) Con esto no se quiere decir que las abuelas tienen derecho a interferir en la crianza de un niño. Es cierto que los mayores pueden ayudar a los jóvenes a criar a sus hijos, pero de la manera apropiada. (Tito 2:3-5.) Rut permitió a su suegra Noemí, ser la aya de su hijo. (Rut 4.16)

Pastora Sonia Orozco de Vengoechea
Barranquilla – Colombia

 

Autor: Comunión de Gracia Internacional

COMUNIÓN DE GRACIA INTERNACIONAL [GRACE COMMUNION INTERNATIONAL], es una denominación evangélica activa en casi 100 países y territorios con una afiliación internacional de alrededor de 42 mil miembros y 900 congregaciones. Nuestra misión es “vivir y compartir el evangelio”. Creemos en la unidad espiritual de todos los creyentes en nuestro Señor Jesucristo. Le invitamos a reunirse con nosotros en nuestros servicios de adoración donde escuchará el evangelio de Jesucristo y conocerá a otros cristianos que están experimentando su relación con Jesucristo, así como usted.

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