Sobre esta roca edificaré mi iglesia

Reflexiones Trinitarias
Por Rubén Ramírez Monteclaro

 

Sobre esta roca edificare mi iglesia

En los Capítulos 13, 14 y 15 del evangelio de Mateo, el autor nos informa acerca de una serie de viajes misioneros de Jesús con sus discípulos, a través la tierra de Galilea, Judea y sus alrededores; sanando enfermos y enseñando acerca del reino de Dios: alimentando a la gente con comida física y con alimento espiritual; desde Galilea, hasta Tiro y Sidón; atravesando el mar de Galilea, hasta Cesarea de Filipo. Es en este lugar donde Jesús hace una de sus grandes revelaciones: “Cuando Jesús vino a la región de Cesarea de Filipo, les preguntó a sus seguidores: —¿Quién dice la gente que soy yo, el Hijo del hombre? Ellos contestaron: —Algunos creen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías y otros que eres Jeremías o uno de los profetas. Jesús les dijo: —Y ustedes, ¿quién creen que soy yo? Simón Pedro le respondió: —Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente. Jesús le dijo: —Simón, hijo de Jonás, qué afortunado eres porque no fue un ser humano el que te lo reveló, sino mi Padre que está en el cielo. También te digo que tú eres Pedro, y construiré mi iglesia sobre esta roca. Las fuerzas de la muerte no la derrotarán. Te daré las llaves del reino de Dios. Si tú juzgas a alguien aquí en la tierra, Dios ya lo habrá juzgado en el cielo. A quien perdones aquí en la tierra, Dios también lo habrá perdonado en el cielo”. (Mateo 16:13-19) PDT

De esta escritura subrayamos tres aspectos importantes:

  1. ¿Quién dice la gente (y lo más importante: quién dicen ustedes) que es el Hijo del Hombre?

Las respuestas son variadas, son apreciaciones humanas, basadas en el intelecto y la lógica humanos y en las tradiciones. Para Jesús, la respuesta más importante es la que declara Simón, apodado Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios Viviente”. Esta respuesta no manifiesta la sabiduría de Simón, intelecto y lógica humanos, sino la revelación de Dios; Jesús emocionado le da el fundamento de su declaración: “Bendito eres, Simón hijo de Juan, porque mi Padre que está en el cielo te lo ha revelado. No lo aprendiste de ningún ser humano” NTV.

Todo conocimiento de Dios, la sabiduría contenida en su Palabra personificada en el libro de los Proverbios y la revelación de Quién es Dios, nos es revelada a través del Espíritu Santo, quien nos guía a toda la Verdad… y la Verdad es Cristo.

  1. Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia.

Después de dejar muy en claro la autoridad que le fue dada por Dios; nuestro Salvador enuncia la siguiente declaración, por demás importante para nosotros, hoy en día: “Ahora te digo que tú eres Pedro (que quiere decir “roca”), y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no la conquistará. Y te daré las llaves del reino del cielo. Todo lo que prohíbas en la tierra será prohibido en el cielo, y todo lo que permitas en la tierra será permitido en el cielo”. (Mateo 16:18-19) NTV

Esta Escritura ha dado lugar a variadas interpretaciones; subrayaré dos: 1. Jesús le entregó todo el poder a Simón, ahora llamado Pedro y a nadie más; 2. Sobre la roca (¿Pedro o Jesús?), Jesús edificaría su iglesia, ignorando otra Escritura.

Cuando por el poder de Jesús resucitado, Dios envió al Espíritu Santo a llenar a los creyentes, en aquel primer domingo de Pentecostés, cincuenta días después de la crucifixión del Salvador, Cristo estaba fundando SU IGLESIA.

Esta Iglesia, SU Iglesia, estaba fundada sobre la roca, la piedra angular de un edificio no hecho de material físico inerte, como son ahora los edificios: estaba fundada en una roca viva: Jesucristo mismo, edificada por muchas rocas vivas: nosotros los creyentes. El apóstol Pedro (antes Simón), tuvo en sus manos el liderazgo de una iglesia que NO era de él, sino de Cristo, pero como el mismo Jesús, declaró que Simón y todos los creyentes a través de la historia formarían la Iglesia (el mismo cuerpo de Cristo), en el liderazgo de Pedro estaba representado el liderazgo de todos y cada uno de los cristianos a través de los tiempos, convertidos en rocas vivas; por eso el mismo Pedro nos deja, por la inspiración del Espíritu Santo, la siguiente enseñanza donde nos aclara cuál es la roca angular, y cuáles las rocas vivas de la construcción: “Ahora ustedes se acercan a Cristo, quien es la piedra viva principal del templo de Dios (La Iglesia). La gente lo rechazó, pero Dios lo eligió para darle gran honra. Y ustedes son las piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo espiritual. Además, son sacerdotes santos. Por la mediación de Jesucristo, ustedes ofrecen sacrificios espirituales que agradan a Dios. Como dicen las Escrituras: «Pongo en Jerusalén una piedra principal, elegida para gran honra, y todo el que confíe en él jamás será deshonrado». Así es, ustedes, los que confían en él, reconocen la honra que Dios le ha dado; pero para aquellos que lo rechazan, «La piedra que los constructores rechazaron ahora se ha convertido en la piedra principal». Además, «Él es la piedra que hace tropezar a muchos, es la roca que los hace caer»”. (1 Pedro 2:4-8) NTV

  1. Te daré las llaves del reino de los cielos.

Esta declaración también se ha interpretado como un poder grande (más grande que el de Jesús) dado a Simón por Jesús mismo: “Y te daré las llaves del reino del cielo. Todo lo que prohíbas en la tierra será prohibido en el cielo, y todo lo que permitas en la tierra será permitido en el cielo” NTV

Jesús nos dejó esta enseñanza: En la Iglesia y en su reino, “el siervo no es más que su Señor, ni el esclavo es más que su amo” todos somos iguales, los unos con los otros, con Jesús, pues Él es nuestro Hermano; todos formamos su mismo cuerpo, cuyo propósito trasciende la materia, el tiempo y el espacio, la iglesia tiene un propósito cósmico, eterno.

Así que la ordenanza dada por Jesús a Pedro no es solo para él, sino para todos los que formamos parte de la Iglesia de Cristo: “Lo que la iglesia prohíba o no prohíba, juzgue o no juzgue, ate o desate, en la tierra, será hecho de la misma manera en el cielo” porque, como Iglesia, formamos el cuerpo de Cristo, y con Cristo estamos resucitados y sentados a la derecha de la majestad en los cielos. Con Cristo estamos en una perfecta relación de armonía con el Dios Triuno y lo que hagamos o dejemos de hacer (como un solo cuerpo) en la tierra, repercute simultáneamente en el cielo porque Dios ha unido en Cristo toda creación, visible e invisible.

Así que, como Iglesia, tenemos toda la autoridad dada a Cristo: sanar y transformar toda la creación, concentrando todo lo que existe en la gloriosa y excelsa majestad de Cristo, en la perfecta unidad con el Padre y el Espíritu Santo.

Esta maravillosa verdad estaremos celebrando el día de Pentecostés. Este año regocijémonos de ser parte de esta maravillosa relación fundada en la unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, junto con todos los santos.  ◊


Ruben-RamirezRubén Ramírez Monteclaro es profesor de Educación Primaria y Secundaria y Pastor Regional de Comunión de Gracia Internacional en Veracruz, México.


Este artículo fue publicado en la Revista Odisea Cristiana No. 48

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